
LINO: Estamos en la Feria Provincial del Libro de Santiago del Estero. De un tiempo -¿una década?- a esta parte la producción se profesionalizó y es habitual que lleguen figuras de renombre. Autores ganadores de premios y muy editados. Vicente Battista uno de ellos. Sabemos que no es la primera vez que vienes a Santiago. Empecemos hablando de eso.
VICENTE: Estuve en Santiago hace unos años, diez aproximadamente, junto con un grupo grande entre los que estaban María Pía López, Horacio González y Ricardo Forster. En aquella oportunidad mi ponencia fue hacer un símil entre Juvenilia de Miguel Cané y Shunko de Jorge Washington Ábalos. Establecía, desde mi condición de porteño, la diferencia esencial que hay entre la novela de Cané, que se refería al Nacional de Buenos Aires, ¿no? Cuando uno lee Juvenilia, que era una lectura prácticamente obligatoria en la secundaria, se encuentra con esa familia bien de la que Cané provenía y que el sufría porque sus papás se iban al campo y qué se yo. Comparo esa institución con la escuela de Shunko que podría ser la contracara del Nacional Buenos Aires. Comparo la valentía de los asistentes a esa escuela, la de los compañeros de Shunko, con la de los porteños.
Cuando uno lee Juvenilia, que era prácticamente de estudio obligatorio en la secundaria, uno se encuentra con la situación de un niño bien. Cané era de familia distinguida, digamos, y cómo sufría porque sus padres se iban al campo y se tenía que ir a un colegio en Buenos Aires, el más prestigioso de la ciudad y prácticamente del país. Y entonces comparaba con ese otro colegio al de Shunko, donde ese maestro rural monta una escuela que era la contracara del Nacional Buenos Aires. Ese poder lo sigue siendo, el de Cané y compañía. Entonces establecía un vínculo donde por supuesto Shunko era la verdadera enseñanza y no la de Buenos Aires. Sobre eso fue lo la ponencia de hace no cuantos años…
Eso después lo publiqué. Creo que lo publiqué la ponencia o parte de la ponencia en Página 12, pero no recuerdo. Tendrían que fijarme. Creo que Marcelo Ahumada me lo encargó antes de que gane Macri. DOS COLEGIOS DOS MIRADAS se llama la nota. Sí, es esta (N. del E.: hablamos por teléfono ambos con una PC abierta). Yo terminaba la nota diciendo que fue texto obligado en mis años de colegio y no lo sigue siendo. Tampoco sé si Shunko fue texto obligado en los colegios. Pienso que debería ser. En los sesenta y todavía hoy. No por el sentido político y social que sustenta, sino porque las andanzas de ese maestro rural y sus alumnos están infinitamente mejor narradas que las varias injusticias de ese jovencito porteño que año después promulgaría una ley discriminatoria y represiva. Miguel Cané es el autor de la ley Cané, je, que propugnaba echar a los inmigrantes de pensamiento peligroso. Una ley totalmente represiva. Eso se olvida. No suele decirse de Cané, lo de esa ley tan antidemocrática.

LINO: ¿El mismo Miguel de Juvenilia?
VICENTE: Es el mismo Miguel, claro. Acá está (N. del E.: dice y empieza a leer, está googleando en tiempo real.) Siendo senador nacional, presentó un proyecto de ley de residencia que habilitaba al gobierno a expulsar a inmigrantes sin juicio previo, un modo eficaz de reprimir a las organizaciones gremiales, a los socialistas y anarquistas llegados de Europa, que por los medios de huelga y otros modos de protesta pudiesen perturbar la existente unión social. En 1902, el Congreso de la Nación sancionó la ominosa ley 4144, también llamada ley Cané, que fue finalmente derogada en 1958 bajo el biólogo de Noticias. Fijate que esa ley se mantuvo durante 56 años. Tremendo
Se derogó durante el gobierno de Arturo Frondizi, una de las cosas importantes o positivas de ese gobierno, fue derogar esa ley. Es importante reconocer que muchas veces los que nosotros creemos que son grandes próceres, son tipos que han hecho mucho daño. Y vamos hasta el hueso ya que estamos. Juvenilia es un libro menor. No me conmueve para nada. No me conmovió nunca.
LINO: Te voy a hacer decir eso en negrita. Yo soy de los que tienen la suspicacia de leer los actos, más que las palabras. Porque con las palabras uno quiere hacerse pasar por. Por ejemplo, al respecto de la posición de Freud con la homosexualidad. Si te pones a leer con cierto freudismo más duro puedes hablar todavía de una “perversión del objeto”. Pero él en vida participó de actos emancipatorios de la comunidad homosexual. Le mandó una carta a una mujer en Estados Unidos que estaba preocupada porque el hijo era puto. Y básicamente Freud le decía, no pasa nada, está todo bien, no está enfermo. Entonces es más valioso ese acto que lo que escribe en su texto.
VICENTE: Claro, pero Freud sí es un ejemplo a dar porque con su trabajo cultural e ideológico, bueno, abrió caminos, ¿no? Muchos caminos. Pero bueno, era un enemigo de otra gente más cuadrada que lo sigue considerando erróneo por “no ser científico”.

LINO: Ahora gracias al Rómulo Gallegos pasas a integrar un grupo de multipremiados junto con Ricardo Piglia, Mempo Giardinelli, Perla Suéz, todos ganadores del Gallegos de novela. Con Mempo y con Ricardo compartes otras premiaciones además. Si bien pasó poco tiempo de la publicación de El simulacro de los espejos, ¿alguna devolución que te haya sorprendido? ¿Alguna hipótesis rara que te haya dicho alguien sobre lo que cree que el Lugar es?
VICENTE: Una cosa que me sorprendió fue unas felicitaciones que me envió Jorge Macri, el actual jefe de gobierno de CABA. Entendamos que Jorge Macri y yo estamos en veredas distintas, yo no comparto para nada su gobierno.
LINO: Obviamente que lo sabía de antemano, antes de escribirte.
VICENTE: Claro. Nunca negué que soy un hombre de izquierda, lo he sido toda mi vida, soy comunista, más allá de las directrices del partidarismo comunista argentino. Asimilo comunismo con cristianismo. Un mundo mejor para cada quien y de acuerdo a sus necesidades. Esa utopía me sigue manteniendo en pie. El mensaje era grabado, me felicitaba enormemente diciendo de mi aporte maravilloso a la literatura argentina y qué se yo, ¿viste? Un mensaje así, muy elocuente y elogioso. Le agradecí y le dije que contara conmigo. En lo referido al plano cultural.
LINO: Que le van a poner tu nombre, dice que le van a poner tu nombre al jardín municipal más concurrido de Vicente López. Que te quieren para el acto, para la foto.
VICENTE: (se ríe) No, no. Supera mis expectativas.
LINO: Dentro de dos meses, pará, no te arrebates. Le falta poco a la obra.
VICENTE: Siempre pienso, de algunos escritores que conocí, caso de Leopoldo Marechal, que hizo tanto. Lo conocí, lo traté mucho, con la gente de El escarabajo. Íbamos una vez por semana a su departamento, en la calle Rivadavia, al 2500 más o menos, cerca del Congreso. Formidable escritor, un fuera de serie. Digo más: un ser humano formidable, algo que no suele pasarte cuando conoces a grandes artistas. Los conoces personalmente, y cuando te decepcionan… me fui por las ramas, te estaba diciendo algo de Marechal, pero ahora no sé.

LINO: Te había hecho el chiste del Jardín Municipal con tu nombre, y…
VICENTE: ¡Ah,eso! El nombre de Leopoldo Marechal está en una de las calles. Hay un montón de gente a la que Leopoldo Marechal no les dice nada o para quienes es una calle nomás. No tienen la menor idea de que fue escritor. Con los actos consagratorios los nombres se mezclan tanto entre sí que hay confusiones. Alguna vez escribí sobre la calle Antonio Machado, que queda por acá por Parque Centenario, acá en Buenos Aires.



